¿Qué es el ser
humano sin la cantidad de artefactos que rodean su vida?
La pregunta, si
se logra entender como una afirmación, sostiene
que, – valga la redundancia— el ser humano, es precisamente, ser humano,
por el uso que ha logrado hacer de los
artefactos que es capaz de desarrollar. La
tecnología, tomada como cualquier instrumento
que revoluciona y transforma las dinámicas de realización de una
determinad actividad, permitió, a lo largo de los años, que el hombre
desarrollara su pensamiento lógico y racional, al igual que su pensamiento
abstracto, su creatividad, y lo más importante, su cultura y sociedad.
La tecnología,
asociada al hombre, no resulta ser más que la expresión del desarrollo cerebral
de miles de años, aplicada a la producción de herramientas que permiten, no
sólo facilitar nuestras vidas, sino ampliar nuestros panoramas de expresión, de
visión, que ofrecen la posibilidad de potenciar el desarrollo humano. Es
imposible e incluso paradójico, a mi modo de ver, concebir al ser humano sin la
tecnología, sin el desarrollo de objetos, salidos del producto de su
experimentación, su incursión empírica, su técnica de ensayo y error. Qué mejor
prueba existe de la capacidad racional e inventiva del ser humano, si no es la
de los millones de objetos que ha producido.
La lectura del
capítulo 3 del libro de Nicholas Carr, hace de alguna forma, referencia a la
manera en que la tecnología afecta al ser humano, no solo en su concepción
anatómica, pues ya está visto que la neuroplasticidad del cerebro le permite
adaptarse a los cambios que cada persona realiza en sus costumbres y
actividades diarias, lo cual la implementación y uso de nuevas tecnologías, sino, sino en un marco social y
cultural, ligado, como siempre a las necesidades humanas y a las exigencias del
momento.
Resulta
entonces necesaria, la idea de plantear
y establecer una relación entre, el ser humano y la tecnología. Sabemos, de
parte de Carr, que instrumentos como el mapa y el reloj, desarrollaron el
pensamiento abstracto del ser humano, también, son claros los cuatro tipos de
tecnologías, que, bien o mal, divide el autor en, tecnologías que incrementan nuestra fuerza y
resistencia, tecnologías que amplían nuestros sentidos naturales, tecnologías
que nos permiten manejar, hasta cierto punto, la naturaleza, para controlarla
según nuestros deseos y tecnologías que desarrollan nuestro pensamiento.
Ahora, después
de conocer estos tipos de tecnologías, vale la pena preguntarse, que hace que
las desarrollemos. Y sin lugar a dudas, se puede afirmar que la necesidad juega
un papel de suma importancia en esta tarea. La tecnología, al igual que la
mayoría de esferas que nos rodean, no son espontaneas, no nacen de la nada, a
buscar una función. Por el contrario, el ser humano las desarrolla por que
tiene una función para ellas. Porque ve en ellas, la satisfacción de alguna de
sus necesidades o requerimientos. Las lanzas, en los hombres primitivos, se
desarrollaron porque existió la necesidad de defenderse, las redes y trampas de
caza por que existió la necesidad de hacer más eficiente la obtención de
alimentos, la ciudad, porque existió la necesidad de organizarse socialmente,
el reloj y el mapa, como lo afirma Carr, porque la sociedad del momento lo
requería, al igual que la escritura, para dejar memorias de la sociedad.
“En el siglo
VI, san Benito había ordenado a sus seguidores celebrar siete misas de oración,
en momentos específicos del día (…) Impulsados por una necesidad de exactitud
temporal, los monjes tomaron la iniciativa en el interés por la relojería. Fue
en los monasterios donde empezaron a montarse los primeros relojes mecánicos” (Carr 2011)
Con esto, no se
abre más, que la invitación a pensar en la tecnología como un mal necesario
para algunos, pero para otros como un bien, que ninguna otra cosa, podría
igualar. El hombre desarrolla la tecnología, buscando desarrollarse, y la
tecnología transforma al hombre, para buscar en él el siguiente escalón, es un
hecho que producen y consumen dos partes.
Bibliography
Carr, Nicholas. ¿Qué
está haciendo internet con nuestras mentes? Bogotá: Distribuidora y
Editorial aguilar, Atlea, Taurus, Alfaguara, S.A, 2011.